Pena, tristeza, pesar, moriña o depresión
post-paraíso… como queráis llamarlo, pero eso es lo que siento al escribir
estas palabras y al contaros mi última
semana en mi querida Bolivia, en mi eterna primavera en Cochabamba…
Ha sido una semana muy dura para mí y se ha
volatilizado tal cual, os puedo asegurar que ha sido la semana más rápida de mi
vida entera, han ido desapareciendo los días entre mis dedos sin poder
reaccionar…
Para esta semana decidimos
hacer un taller sobre los animales, donde queríamos hacer una comparativa de los animales que viven en el
circo con los animales que están en libertad en la selva.
El lunes fuimos al pueblo de Huayllani, y volvíamos a estar solos con Lupe
y con Arturo, después de la partida de nuestros amigos franceses, durante el
camino en el bibliobús se palpaba una atmósfera un poco triste pues Gonzalo y
yo fuimos durante todo el camino con la idea en la cabeza de que ese era el
último día que hacíamos ese camino.
Cuando llegamos estaban como siempre esperándonos en la puerta, ansiosos por nuestra llegada. Hicimos la
lectura libre como cada lunes, quería disfrutar de cada gesto y cada mirada de
felicidad al leer aquellas historias, al pasar aquellas páginas, al rebuscar
entre las cajas de libros y descubrir una nueva historia que les hiciera soñar…
Después de la lectura hicimos la ronda pero esta vez en lugar de cantar
nuestras canciones hicimos un juego relacionado con los animales para hacer
algo distinto nuestro último día. El juego constaba en pasar un enorme globo terráqueo
que nos trajo Carla, con todos los animales más característicos de cada país
representados en su correspondiente lugar. Antes de soltar el globo se decía
una letra y el que lo recibía debía decir un animal que empezara por esa letra,
y así sucesivamente.
Tras la ronda les explicamos la que iba a ser nuestra actividad. Sobre todo
lo que pretendíamos con este taller era que los niños descubrieran como viven
los animales en libertad en su hábitat natural y la diferencia que hay con los
que viven en cautividad trabajando para el ocio y disfrute de los demás. Por lo
tanto en asamblea empezamos a hablar sobre el tema en cuestión debatiendo sobre
ello.
Dividimos al gran grupo en dos y cada grupo preparó un escenario, en un
gran papel continuo. A uno le tocaba realizar el circo y a el otro la selva. Los
hicieron con pinturas blandas y les enseñamos la técnica de marcar fuerte con
la cera e ir restregándolo con el dedo, les encantó la idea e hicieron dibujos
magníficos. Cada grupo puso todo su interés y concentración para realizar con
esmero sus respectivos murales, el grupo del circo pintó una enorme carpa llena
de muchísimos colores vivos, dentro de la carpa dibujaron un gran payaso y
animales típicos del circo, un trabajo maravilloso como siempre. Pero no os creáis
que el grupo de la selva fue para menos, llenaron su mural de palmeras, árboles
tropicales, tucanes, mariposas exóticas, monos colgados con lianas, un
auténtico espectáculo. Por último colgamos nuestras obras de arte en el
emplazamiento para que todos pudieran admirarlo.
Después preparamos unas caretas de 5 animales, elefantes, leones, monos,
jirafas y cebras. Los niños pintaron las caretas las recortaron y les pusimos
un cordel de lana por detrás. Cuando a los niños les poníamos las caretas era
como si les estuviésemos regalando un tesoro… Empezaron a correr como locos unos
detrás de los otros, simulando que los leones se comían a las cebras, los
elefantes tenían una enorme trompa que simulaban con el brazo, se ponían
delante de los escenarios y los monos pensaban que se lanzaban de liana a liana
entre las palmeras…fue una maravilla el poder observar esos juegos llenos de
imaginación y contagiosos de felicidad.
Cuando terminaron todos de realizar sus caretas miramos el reloj y nos
dimos cuenta que el tiempo se nos había echado encima sin darnos cuenta, Lupe
los reunió a todos y les comentó que ese era nuestro último día de bibliobús
con ellos y para despedirnos cantamos nuestras canciones, las cuales estuvieron
pidiendo sin parar durante toda la tarde repitiendo que no las habíamos
cantado.
Y comenzó mi derrumbamiento recibiendo abrazos de esos de verdad que te
llenan el cuerpo de una sensación de tranquilidad y calidez… cada abrazo y beso
iba acompañado de un no te vayas, un cuando vuelves o un quédate aquí para
siempre… en ese momento me di cuenta que a mi estos niños me han enseñado muchísimo
durante mi estancia, sobre la vida, sobre el amor, sobre la amistad, sobre la
familia… y me han hecho descubrir mucho más sobre mi misma y sobre lo que soy
capaz de hacer en mi vida…
El martes fuimos a despedirnos de nuestras bestiecillas a Putith central,
hoy nos acompañaba una antigua voluntaria del bibliobús, que lleva varios años
colaborando en la labor pero que durante algunas temporadas tiene que hacer
descansos por sus estudios. Es una chica estudiante muy jovencita, natal de Cochabamba,
muy dulce y con una sonrisa enorme que te atrapa. Les va acompañar durante una larga temporada
otra vez, los martes y jueves.
Cuando llegamos nos estaban esperando jugando en el parquecito que está
dentro del recinto donde realizamos el bibliobús. Les dejamos un rato soltar
toda esa adrenalina que poseen estos niños que algunas ocasiones os puedo
asegurar que parece de cuarto milenio para llevarlo como misterio sobrenatural a
Iker Jimenez…
Como de costumbre hicimos nuestra lectura libre y en la ronda repetimos
nuestro juego con el globo terráqueo de los animales. El juego les divirtió
mucho y captamos rápido su atención sobre el tema, el problema fue cuando empezaron
a revolucionarse e iban a por el globo todos en manada. Ese día nuestra
despedida fue anunciada en la ronda porque sabemos que con estos niños cuando
se va acercando la hora de la merienda desaparecen y yo no queríamos perdernos
un abrazo de cada uno de ellos…
Les explicamos la actividad igual que el día anterior y repetimos el mismo
procedimiento. Los paisajes fueron tomando forma, pero tardaron un poco más en
realizarlos, aun así quedaron trabajos impresionantes. Después realizaron sus
caretas y quedaron encantados con ellas, al igual que el día anterior según
iban colocándoselas se iban convirtiendo en leones, jirafas, elefantes… iban
correteando de un lado a otro de la sala sin parar…
Esta semana se me estaba pasando en un suspiro y ya estábamos a jueves,
pero estaba contenta porque por fin iba a volver a Pampa San Miguel a ver a mis
niños. Cuando llegamos a la cancha ese día estaba cerrada, así que decidimos
esperarlos allí y subirnos a la de arriba como ya hemos hecho en otras ocasiones.
Iban llegando poco a poco como ovejitas rezagadas, y conforme lo hacían se
iban acercando a mí dándome un abrazo y preguntándome porque no había ido y que
me habían echado mucho de menos. Cuando ya estuvimos todos montamos en el
autobús y nos pusimos en marcha. Aquel momento en el que estábamos más
apretados que sardinas en lata, los niños montados encima de mí, y todos
cantando nuestras canciones de la ronda no lo cambio por nada, era como revivir
esa sensación de cuando tienes 8 años y te vas a una excursión escolar…
Cuando llegamos sacamos entre todos las sillas y las mesas del bibliobús, trabajábamos
todos en cadena como un gran equipo y fuimos montando nuestro espacio. Hicimos la
lectura libre y formamos nuestra ronda. Volvimos a realizar el juego de los
animales y les encantó, disfrutaron mucho con él y estuvimos un gran rato
jugando. Pero cuando acabamos de jugar nos pidieron las canciones y como no, no
podía darles el gusto.
Empezamos la actividad y seguimos la misma dinámica. Los murales fueron
increíbles, los trabajaron muchísimo, se concentraron y se esmeraron una
barbaridad. La carpa de circo fue espectacular con varios payasos, con
infinidad de colores y detalles. Y la selva fue alucinante, la pintaron con muchísimos
árboles tropicales y con infinidad de animales exóticos, parecían haberse
trasladado cada uno a su mundo y estaban muy dentro. Pintaron sus caretas y se
iban con ellas a jugar más contentos que un niño con zapatos nuevos.
Durante toda la semana que hicimos el taller se iban muy felices con ellas
puestas, pero allí todo es especial como siempre, esa felicidad estaba cargada
de agradecimiento e ilusión, y es que la felicidad no depende de lo que uno
tiene, sino del buen uso que hace de lo que tiene.
El viernes nuestra pena iba en
aumento era nuestro último día ese gran proyecto y del que saco muchísimos y
maravillosos aprendizajes, y es que después de esta experiencia sé que todo es
posible en la medida que tú creas que es posible.
Llegamos a la guardería y el
recibimiento fue increíble, empezamos con nuestro cuentacuentos y a disfrutar
de ese momento que tanto me gusta pues no sé si se meten más ellos en la
lecturas o yo. Me encanta escenificar y exagerar todas las escenas de los
cuentos con ellos y trasladarnos juntos a ese mundo maravilloso.
Después realizamos nuestra ronda
que volvió a ser dirigida por nuestra pequeña Britany, me encanta el entusiasmo
que pone en cada canción, esa ilusión en cada letra o cada nota musical, o el
arte que pone en cada baile. Ese día íbamos a realizar la estación del otoño,
para el otoño preparamos paisajes de niños con hojas volando por todos los lados,
y una gran hoja de otoño.
En los paisajes pintaron con
lapiceros a los niños y las hojas que estaban volando las decoraron con muchas
secas que cogimos por el parque. Y la otra ilustración la pintamos estampando
trapos arrugados en pintura de dedos marrón y le dimos matices con un cepillo
de dientes mojado en pintura verde, amarilla y naranja. Disfrutaron mucho con
la actividad y terminaron sus trabajos como siempre con rapidez, deseando pegar
en el árbol gigante su obra de arte.
Cuando todos acabaron nos hicimos
una bonita foto de grupo delante de nuestro árbol, y nos despedimos de los
niños en ese momento, empezaron a darnos abrazos sin parar, se dividieron entre
Gonzalo y yo y nos dieron un abrazo en común, en el cual tengo que confesaros que, esa lagrimita
que lleva una semana resistiéndose a salir por no creerse que este sueño se
estaba acabando, despertó y salió irremediablemente disparada y seguida por
unas cuantas más. Y es que de verdad me han tocado el corazón, se han metido
dentro y se han hecho un gran hueco en él cada una de estas maravillosas
personitas.
Y es que el destino pone a muchas
personas en tu vida, pero sólo las mejores permanecen para siempre.
El tiempo pasa tan rápido que
cuando quieres darte cuenta el mañana ya es ayer, y así me paso con el fin de
semana que cuando quise darme cuenta era lunes y me tocaba marchar de camino a
la paz, decidimos que era nuestro último día en Cochabamba, y queríamos
disfrutar de nuestros paseos por el prado, de los puestos ambulantes por las
calles llenas de vida, de los malabaristas haciendo sus grandes espectáculos en
cada semáforo de la ciudad y sobre todo deleitarme por última vez del lugar que
más me ha enamorado de esta ciudad, ese mercado maravilloso de la cancha, el
mercado más grande de toda Sudamérica en el cual se resume el encanto de esta
ciudad.
El día del martes lo pasamos por
la paz visitando los lugares que nos faltaban por ver, puesto que habíamos
pasado por la paz unas cuantas veces pero había sido de paso. Cogimos el teleférico
y vimos las impresionantes vistas que tiene la paz, una ciudad que surge como
en medio del cráter, entre montañas que parecen hechas de ladrillo naranja de
todas las casas que ascienden, agolpadas, por las laderas.
Visitamos todo el centro de la
ciudad con la plaza de San Francisco, en la que se encuentra en el mercado de
Lanza, dentro del cual se encuentran unas casetas en las que se instalan los
libreros, donde se encuentran libros de todo tipo con la particularidad de que
su precio no se basa en la calidad o antigüedad sino del peso que tiene.
Pasamos por los lugares más
característicos de la Paz, como la plaza de Murillo con la catedral, el paseo
del Prado, la plaza del Estudiante y la universidad, vamos que nos pegamos una
buena caminata… Pero lo que más me gustó y me enamoró de todo lo que vi en la
Paz fue el mercado de las Brujas, un lugar insólito en la calle Linares, lleno
de puestecillos en los que venden todo tipo de amuletos y figurillas de la
suerte, pero sin duda lo que más me llamó la atención son los fetos de llama
colgados por todas partes.
Y es que viajar abre tu mente y
te garantiza descubrir otro mundo y ver con otros ojos. Y cuando tu mente se
abre a una nueva idea o experiencia, jamás se volverá de su tamaño original…